martes, 8 de junio de 2010

De arena fina...

Un bonito día de playa el que disfruté el domingo pasado.

Cerca de Rodalquilar, una carreterilla nos lleva a la Torre de los lobos, a la Polacra y a la cala del Carnaje.
Tras un breve recorrido, un anchurón junto a la carretera nos indica donde dejar el coche y tomar un cómodo sendero que nos lleva a la cala del Carnaje. El paisaje es el típico del desierto de Almería, algún olivo, palmitos, romero, cardos, centaureas y monte bajo. Las gramíneas que surgieron con las lluvias están ya secas y tapizan grandes zonas, dándole más contraste al resto de las plantas.

A poco más de un kilómetro de comenzar la senda, se abre una pequeña llanura. Unas solitarias palmeras sirven de frontera entre la tierra y la playa y, al avanzar, se va descubriendo la zona mas significativa de la playa. Miles de rocas volcánicas de pequeño tamaño, sin duda erosionadas por el mar forman la playa de la Cala del Carnaje.

Supongo que bombas volcánicas que el mar y el viento fueron sacando de entre las cenizas, quedaron depositadas en la playa.
Un espectáculo más de los que Almería.
Los geólogos deben disfrutar en sitios como este.
Mezclas de cenizas y vertidos volcánicos mezclados con dunas fósiles se suceden, sin mas separación que las del color y las formas de las rocas que van cayendo.
El acceso poco conocido y un tanto lejano, y la "arena fina" de la playa, hacen que venga poca gente.
Pescadores y gente que busca la tranquilidad son los visitantes de esta cala que, por otro lado ofrece un paisaje distinto y nuevo, junto con un agua transparente y el excitante juego de hacer equilibrios sobre las rocas.
Conviene llevar un calzado que nos sujete y proteja el pie tanto para andar por la playa como para bañarse.
Y para regresar os recomiendo paciencia y no hacerlo con demasiada calor, ya que la cuesta que antes nos favoreció la llegada, nos espera a la vuelta. No obstante hay algún olivo providencial a mitad de camino.
Cerca, en Rodalquilar, se pueden reponer las fuerzas y disfrutar de una buena comida, refrescante bebida y luego, a la sombra de cualquiera de los eucaliptos que abundan en la zona, de una buena siesta, de esas que te es imposible moverte y que te dejan un reguerito de saliva en la comisura de los labios.
Recomendables los que hay cerca de la carretera, junto al olvidado y en ruinas poblado minero.

Os recomiendo esta experiencia, aunque dudo que os sea tan agradable como a mi.