Cuando llegamos parecía que estuviese tomando el sol. En el extremo más lejano de la urbanización, tras el fortín de Casafuerte, donde la poca gente que pasa, lo hace rápido.
Estuvimos un buen rato, buscando contraluces y esperando a ver si el sol bajaba lo suficiente para teñir de rojo o dorado unas nubes. Cuando nos marchamos seguía sentada con el brazo sobre el banco. Se había quitado una de las chanclas y hablaba por el móvil. Por lo menos tenía alguien con quien hablar.
1 comentario:
Q de historias soy capaz de imaginar mirando esta foto.... con lo q me gusta inventarme la vida de la gente. Mola.
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